Espero que todos hayáis disfrutado, y también espero que hayáis tenido la suerte de no veranear en España.
Exacto, lo habéis pillado, la cosa va de vacaciones, españoles y la incompatibilidad que existe entre ambos.
Hace mucho que decidí obviar los viajes por España durante la temporada estival, y especialmente eliminar los lugares de playa de mi lista. La obsesión de los Españoles por ir en verano a la playa se ha convertido en algo tan poco atrayente como las rebajas.
Analicémoslo: masas y masas de personas pegándose por hacerse, en lugar de con una camisa barata, con un hueco mínimo de arena caliente. En ese hueco comenzarán a desplegarse los equipos: sombrilla, esterillas, toallas, mininevera, algunos radiocassette (manda huevos), la abuela, los niños cansinos y molestos, el kit de bronceado... Un momento, el kit de bronceado bien merece una descripción:
- Crema con zanahoria factor 2: para la mamá, para cuando vuelva a la capital a fardar delante de sus amigas porque se ha quedado como la mujer de Gil, obviando el más que probable cáncer de piel.
- Crema factor 3 millones para los niños pequeños. Absolutamente absurdo el número de factor porque la madre se pasará la mayor parte del tiempo persiguiendo al niño por la playa para ponérsela. Durante ese tiempo el niño ya habrá acumulado otra buena ración de cáncer de piel.
- Aceite protección 30 con esencia de coco y nueces de macadamia, marca "da igual mientras sea cara", en formato spray anti-goteo: para la hija adolescente que sabe que hay más posibilidad de problemas con un factor bajo, no porque su madre se lo diga (ya conocemos el historial de la madre), si no porque su sensei es Ragazza, donde le aconsejan un factor más alto no por el cáncer de piel, sino para evitar arrugas, y eso la convence un poquito más (al fin y al cabo ya tiene 16 años), pero no le convence lo suficiente para echarse factor 50 que sería lo recomendado, se queda con factor 30 porque así también se pone morenita.
- Crema sin crema, factor sin factor: para el padre y el abuelo, que son hombres y como consecuencia, sorprendentemente inmunes al sol.
- After-sun: para toda la familia. Ese lo usarán en casa, cuando lleguen, se duchen, y descubran unas ampollas del tamaño de un zeppelin, pero aún así también se lo llevan a la playa, x-files...
Esquivados los juegos ya podemos meternos en ese supuesto paraíso que es el agua salada mezclada con restos de las mil cremas anteriormente mencionadas, orina de niños y de los que no son tan niños y sudor. Disfrutemos intentando nadar a la vez que nos chocamos con los mil veraneantes sedientos de playa, colchonetas y los patines que alquila la gente, porque es muy divertido pedalear en el agua mientras un tío con gorra azul te cronometra esperando que excedas el tiempo que has pagado.
Después de una jornada en la que te pica todo, estás de arena arena hasta arriba, te escuece la piel del sol, y ya no quieres ni darle un trago a tu cerveza porque el agujero de la lata también tiene arena, decides que, aunque vayas hecho un cristo, al menos tus pies deben relucir, así que, ele!, a hacer cola para lavártelos. Cuando por fin te hagas con una ducha, ten por seguro que un molesto niño se te meterá dentro a jugar con el agua.
Si no te gusta la playa, siempre tendrás la piscina del hotel o apartamento en el que hayas decidido invertir tu nómina de agosto. Siempre y cuando seas capaz de soportar a quinceañeros tirándose tipo bomba a tu lado para seducir a las quinceañeras que se encuentran en el agua, deseosas de recibir una gran ahogadilla por parte de sus Johnny Weissmüllers particulares, y pegar aunténticos chillidos mientras las reciben para fingir que no les gusta.
Bien, no nos gusta la playa, ni la piscina, la ciudad nos espera, con sus miles de restaurantes llenos de paellas, anisakis y salmonella, con sus discotecas y bares llenos de canciones del verano y gogo´s para atraer a los veraneantes en celo, con sus miles de familias que aprovechan las vacaciones para discutir mientras sus hijos molestan a los que sólo quieren pasar unas malditas vacaciones tranquilas, lejos de la sociedad playera, de los guiris con calcetines y sandalias y sus cadenas de oro asomando entre los pelos de su pecho rojo como un cangrejo, de los precios abusivos que lamentarás haber pagado en septiembre y en ese momento, señores, justo en ese momento es cuando tomarán la decisión que les cambiará su vida: ¡NO VUELVO A VERANEAR EN LA PLAYA NUNCA MÁS! Y será en ese momento en el que decidirán que España no está preparada para el tipo de vacaciones que a usted le gustan, y que el año que viene prueba otro país. En ese momento, usted no sabrá que acaba de comenzar su peor pesadilla: encontrarse a un español en otro país. Pero esa es otra historia de terror distinta...