sábado, 5 de enero de 2008

Exposición de bricks de leche

No recuerdo mejor invento en la historia, desde la vasectomía, que el supermercado on-line.
"Es que si no veo los tomates, no me fío de lo que me van a traer", "Puff, seguro que te cobran mucho más", "¿y si me llega descongelado?", ... barreras, barreras que ponemos a la evolución, esto no ocurre en el 90% de las veces que haces la compra por Internet pero, repito, pero, en el caso de que así fuera, es un precio muy bajo que pagamos por no aguantar otras cosas mucho peores que unos tomates demasiado blandos.

Yo, desde que entro en el supermercado, empiezo a sentir cómo una claustrofobia se apodera de mí, obviamente no es una cuestión de espacio, sino de gente. Porque la gente cuando acude a un supermercado, no es con la finalidad de comprar. Nooo, parece el acto más obvio en semejante recinto, ¿verdad? Pero no lo es. Ellos creen que han entrado en El Prado y es hora de disfrutar del arte. Pasean de forma relajada entre los estrechos pasillos, deleitándose ante las obras que allí se exponen: una lata de sardinas, un paquete de papel higiénico, un mostrador lleno de cebollas,... aaah, cuanta belleza esconde el objeto en sí mismo, ... en realidad más que El Prado sería una exposición de Warhol, el tema es que ellos no están ahí para observar la belleza, se supone que debes escoger la maldita lata de sardinas que quieres, no observarlas todas una y otra vez, cogerlas, tocarlas, comparar el precio entre las dos que más te gustan, volver a dejarlas, ir al pasillo anterior, hacer lo mismo con cada producto y obstruir el pasillo para no dejarte a ti coger la maldita lata de sardinas que llevas en mente o apuntada en una lista, por dios, sólo son unas sardinas!!!
Siempre intento tardar lo mínimo en el supermercado porque, a diferencia del resto de la humanidad, yo no disfruto haciendo la compra, es una necesidad, pero es IMPOSIBLE tardar poco. Debes esquivar carritos, carritos que deja la gente ahí en medio porque les viene bien. Cuando tú aparcas un coche en doble fila te cae una multa, pero tranquilo, que en el supermercado puedes dejarlo donde mejor te venga, porque el supermercado es la ciudad sin ley. Las únicas personas que, se supone, deberían poner orden, son aquellas que se supone trabajan en el supermercado, pero estos, son otro mundo aparte. Por ejemplo, el gremio de las cajeras, y lo pongo en femenino aún a riesgo de que la comunidad feminista se me eche encima, pero seamos sinceros, la mayoría son mujeres. Los hombres, especialmente en las grandes superficies se dedican a hablar por un walkie mientras llevan cara de prisa y se dirigen corriendo de una zona a otra. A esos no debemos ni molestarnos en preguntarles nada porque ellos llevan pantalones de pinzas y una plaquita con su nombre en la camisa. Así que volvamos a las cajeras, porque cuando llevas el carro lleno, creyendo (inocente de ti) que llevas ya toda la compra que necesitas para un mes, cuando ya has pasado el infierno de esquivar a personas que se quedan mirando al tendido justo en el lugar donde tú quieres comprar la leche, cuando te has hartado de mover carritos para pasar, y hasta de acabar empujando a la gente y gritando a su vez al que te empuja a ti, cuando crees que has llegado al cielo, en realidad estás en el purgatorio. Una cola de gente se sitúa delante de cada una de las 12 cajas que tiene el supermercado, y ahí, justo ahí es cuando te arrepientes de haber entrado, pero bueno, has llegado hasta aquí, has pasado un infierno, puedes esperar mientras piensas: "hasta dentro de otro mes no vengo, hasta dentro de otro mes no vengo".
Cuando llegas a la caja y empiezas a odiar al cliente anterior por tardar tanto en guardar su maldita comida en las bolsas mientras se empieza a mezclar con tu comida que está pasando por la cinta y resulta que tú también la quieres meter en las bolsas, reparas en esa fabulosa, eficiente y profesional trabajadora que tienes delante: la cajera.
Y lo cierto es que reparas en ella no por el sutil maquillaje y tinte de pelo que suele llevar, reparas en ella porque hace rato que te está dejando sordo por los gritos que da a su compañera la cajera de la otra caja, o mejor "La Trini". Tú le pides más bolsas porque ya no sabes donde meter las cosas que no paran de pasar por la cinta y se acumulan unas encima de otras, pero ella no te escucha, ella ni te mira, a ella sólo le importa cómo se lo pasó La Trini la noche anterior. Sólo hay algo que detiene la conversación, es un pitido, el pitido del pack de DVD´s grabables que has comprado y el lector de códigos de barra no reconoce, lo pasa una y otra vez, y no aparece el precio. Finalmente, con cara de sublime esfuerzo, la cajera se digna a teclear manualmente el código, pero sigue sin aparecer el precio. Es entonces cuando, por primera vez, esa simpática mujer se digna a mirarte a la cara para preguntarte hostilmente "¿esto qué costaba?" Claro, tú la miras absolutamente impresionado ante la pregunta y le dices, "yo que sé" (no pretenderá que después de meter en el carro unos 50 artículos recuerde el precio de los DVD´s). Entonces ella te dice "¿podrías ir a mirarlo porque el lector no me lo reconoce?" (casualmente ahí su tono se ha vuelto un poco más amable), y le dices "no", entonces ahí empieza a subirte un fuego por dentro, y ya estás tan harto de todo que incluso deseas que la cajera te diga algo ("venga, venga qué tenga valor para repetirme que vaya yo"), pero ni siquiera, entonces busca a alguien ocioso del personal del supermercado que haya por allí (no sin antes consultarle fallidamente a La Trini por si acaso ella recuerda el precio de ese pack de DVD´s) y le pide que vaya a comprobar el precio del artículo. Pero tú ya no puedes más, tú llevas más de una hora en el supermercado, tú sabes que entrarás en cólera de un momento a otro y que tú paciencia tiene un límite que está a punto de rebasar, así que le dices, "no quiero los DVD´s", ella te mira con cara de asco, tú pagas y te vas pensando: "joder, ahora tendré que volver para comprar los puñeteros DVD´s". Te consuelas de todas las formas que puedes, "aún me queda uno que al final no usé", "peor hubiera sido aguantar esa cola para que luego me dijeran que esta caja sólo es para envíos", e incluso llegas a la conclusión más lógica: "pero para que quiero los DVD´s si tengo un disco duro".

El caso, resumiendo y siendo consciente de no haber entrado en otros muchos detalles que alberga la experiencia de comprar en el supermercado tales como artículos caducados, bolsas de patatas abiertas, productos sin precio, etc. , pienso en todo esto y llego a la conclusión de que si todo el problema de comprar on-line sin aguantar a gente, tranquilo, sentado en tu sofá, con una cervecita en la mano y haciendo sólo click para pagar, es el que puedan traerte unos tomates un poco blandos, señores, qué le den a los tomates.

3 comentarios:

Vacadechernobil dijo...

Pffff, qué horror...
Comparto todas y cada de las afirmaciones que haces en tu blog. Lo cierto es que los supermercados, o mejor dicho, los especímenes que por allí campan impunemente, hacen que cada vez sea más aficionado a hacer la compra por Internet.
Vale, quizá te manden un tomate medio pocho, pero a cambio no tienes por qué aguantar a la Trini gritando como una posesa: "¿Alguien va a pagar con un billete de cincuentaaaaa?"
En fin, que tu blog me parece una muy buena iniciativa, al menos para desahogarnos y despotricar contra esta detestable humanidad en la que nos ha tocado vivir.

Yo Detesto dijo...

Gracias, sé bienvenido amigo intolerante!

Anónimo dijo...

Querida Poison:
Aquí, sí que discrepo totalmente con tu visión de los supermercados, y por lo visto, yo soy uno de tus indeseables o detestables compañeros de compras.
Salvo cuando vas de compras un viernes por la tarde y tienes que ir deprisa y corriendo, salir de compras tranquilamente a primera hora de un sábado o un día de diario a las 4 de la tarde me resulta sumamente relajante. Y hacer algunas de las cosas que describes como revisar todos los productos, conocerlos, descubrir que venden sucedáneo de wasabi diluido en salsa de soja, macarrones de arroz o unos polvos máquicos para limpiar las sartenes de aceite de freír, es algo delicioso.
Con lo de las cajeras estoy bastante/muy de acuerdo tanto que me he fidelizado a una cajera del super de detrás de mi casa que sé que es una gran profesional ( Almudena, si lees eso, soy el que siempre paga con tarjeta aunque sean 3€, que sepas que te respeto y te adoro ).
Poison, espero no encontrarme contigo en la cola de ningún supermercado, tengamos la fiesta en paz.
Abrazos