sábado, 1 de marzo de 2008

Brillante, irónico

El ser que detesta por naturaleza a la humanidad, y eso le hace detestable ante los ojos de los humanos.







Jajajaja, este es tremendo, para los que no hablen euskera aquí va parte de la traducción:

SECRETARIA: son sólo un par de preguntas... ¿como define tan bien a la mujer?
MELVIN: pienso en un hombre... y le elimino la sensatez y la responsabilidad

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me desagrada en cierto modo que una mujer pueda suponerme una vida más desarraigada e inmoral de lo que parece a simple vista, pero reconozco que me dolería más que me imaginase en pijama. Creo que un hombre resulta más interesante y más expresivo con la soga al cuello que enfundado a media mañana en el batín morado de John Barrymore. El Cristianismo es una filosofía profunda y respetable pero no me cabe la menor duda de que a los marujones del Vaticano las cosas no le habrían ido tan bien si a Cristo le hubiesen crucificado los judíos vestido con el terapéutico albornoz del balneario de Cuntis. Tuve durante años en casa una Biblia y reconozco con sinceridad y con respeto que solo empecé a prestarle atención a partir de que escondiese entre sus páginas el teléfono de una casa de citas. El amor tradicional de las gentes de provecho está pensado para acabar en el altar, pero habréis de reconocer conmigo que hay por debajo de ese un amor menos providencial y más expuesto, el amor racheado que se le profesa a una de esas mujeres con las que lo más probable no es que llegues al altar, sino al dermatólogo. Es esa mi visión desde que tengo recuerdos. Siempre me horrorizó la sensación de aburrimiento y de farmacia que produce la salud. Conozco pocos placeres tan agradables como el de rascarse la comisura de una herida a punto de curar. De niño, poison, rezaba para que se me infectasen las vacunas. Siempre me pareció que a los seres humanos les sienta mejor el entredicho de una belleza como culpable, la sublime belleza penal que alcanza Gloria Graham en "Los Sobornados" cuando su rostro es una mezcla de maquillaje y café hirviendo. Las heroínas románticas me interesan menos porque tan pronto surge la menor contrariedad, corren a la habitación a llorar boca abajo en cama. Les sobra ajuar y les falta aplomo. Si dominasen sus impulsos y administrasen mejor sus reacciones, se mantendrían en su sitio y afloraría entonces a su rostro la sutil fotogenia que se da en la cara de una mujer cuando está a punto de no llorar. Es ese el punto que busqué siempre en las mujeres, el difícil equilibrio entre la ira y los modales, esa actitud sólida, emocional y austera que asoma en los rasgos de una mujer interesante segundos antes de que te lance el cenicero a la cabeza con la fundada rabia de una asesina y la enamorada esperanza de fallar. Naturalmente, para ese estado de tensa resignación se necesita haber vivido mucho. Sólo con el tiempo y con las experiencias puede una mujer dominar sus pasiones hasta convertirlas en estilo, en decoro o en pato a la naranja. Hay en el equilibro mensual de muchas mujeres unos cuantos días en los que sus frases más ásperas y más duras hacia un hombre tienen el excitante aliciente del aliento femenino cuando huele escabroso, extraño y eterno como si acabase de estallarle en la garganta la cianhídrica ampolla de la ovulación. Más allá de sus secretos personales, las mujeres esconden a mayores el misterio bioquímico que les marca periódicamente el carácter, el vientre y las compras. Es un trance sebáceo, breve y conocido en el que les asalta una hermosa maternidad transeúnte y fallida. Después todo vuelve a su sitio y en el moroso puerperio de su rostro rebrota la cotidiana y sobrecogedora entereza de aquellas otras noches en las que te parecía que no habría otra igual en el mundo y que aunque no llegaseis al altar, ¡qué demonios!, aunque no llegaseis al altar, en el camino encontrarías el tiempo necesario para comprender que el atractivo de las personas consiste en imaginar que sean capaces de cometer los delitos de los que siempre pareció sospechosa su mirada. Anoche conocí a una mujer así. Aparentaba la esbelta elegancia de mujer mal ahorcada. Me dijo que no le iban bien las cosas. Pero no se vino abajo en toda la noche. Me pareció que afrontaba los reveses de la vida como se afronta mecánicamente la pedrea mientras tardan en salir los premios. No me supondrá esfuerzo alguno recordarla. A veces, como anoche, en la vida a un tipo como yo se presenta el premio de alguien como ella, amiga poison, una de esas mujeres que dosifican su vanidad y su dolor y te dejan para siempre la sensación de que el fracaso les ilumina el rostro sin subírsele a la cabeza.