jueves, 10 de enero de 2008

¡Gracias por permitirme comer aquí! (1ª parte)

"Si no está satisfecho lo reemplazamos por otro cliente", es una de las frases irónicas que se están utilizando en una campaña de publicidad para un restaurante llamado Jackson House (de los Jackson de toda la vida).
Y es que antes o después yo sabía que esto acabaría pasando porque ultimamente es una invasión. A ver, me centro para que podáis entenderme.
Vas a un bar o restaurante, y parece que te están perdonando la vida. Vamos, que llega un momento en que no distingues quién es el cliente y quién el que atiende. Y no digamos eso de "el cliente siempre tiene la razón", porque en 2008 creo que podemos afirmar que esta frase está más pasada que el spectrum.
Ahora lo que interesa es vender, despachar y punto. Quitarse al cliente de encima. Satisfacción cero. Cada vez hay más locales en los que a lo mejor de forma tímida y educada pides a un camarero que te traiga un poco de sal, y te mira como si le hubieras pedido que se hiciera el harakiri allí mismo.
Nadie le pide a un camarero que se ponga de rodillas o te haga la ola, sólo un servicio eficaz, correcto y educado, que no deja de ser el mismo que nos exigen a todos en nuestros trabajos.
Yo consumo, yo pago y no soy desagradable con un camarero, ¿por qué él si lo es conmigo? Pues hay muchos motivos, pero voy a ir a uno bastante importante: en este país ya no demandamos un servicio correcto. Nos quejamos, sí, y mucho, nos encanta quejarnos, pero yo estoy convencida de que uno de cada tres consumidores no tiene ni idea de para que sirve una hoja de reclamaciones, no la han pedido nunca, y están convencidos de que no servirá de nada.
Los hosteleros tienen colgadito un papelito (porque están obligados a hacerlo) muy mono que pone: "Existen hojas de reclamaciones a disposición del consumidor o usuario" . Los hosteleros se limitan a quitarles el polvo una vez al mes (algunos ni eso) porque saben que es un cuadro más que forma parte de la decoración del local, su utilidad es nula, la gente no repara en ello, y si repara prefiere no darle uso, porque no sabe, porque tiene dudas, etc.
Antes, esto se temía más, recuerdo algún camarero que incluso me ha puesto impedimentos tipo "no, es que yo ahora no tengo esas hojas", intentando abusar de la posible ignorancia del demandante, y consiguiendo sólo una amenaza de llamar a la policía local, ya que en caso de negativa se puede solicitar su presencia para que conste. Pero vamos, que este método es innecesario ya a toda costa, y los locales pueden estar tranquilos, ya nadie lo pide.

Y así vamos claro, nos callamos, ellos siguen abusando, y los pocos que nos quejamos, que somos pocos, seguimos tragando caras largas de camareros (entre otras muchas deficiencias del servicio y la calidad en sí) por los demás, además de sufriendo al típico amiguito de turno que tras salir del local dice: "joé que bordes" o "no le dejes propina" o "ya no vuelvo aquí". Señores, aunque suene antigua esta frase "sarna con gusto no pica", porque por vuestra culpa, el cliente "ya no tiene la razón".


2 comentarios:

Vacadechernobil dijo...

Lo peor de todo es cuando vas a tomar unas raciones a un bar, consumes bebida y comida por más de 100 euros y encima el camarero tiene el cuajo de decirte (de mejor o peor manera) que ahueques el ala, que hay mucha gente esperando.

Bufff, me saca de mis casillas...

Yo Detesto dijo...

Eso y si después de gastarte esos 100€ tienen encima el valor de cobrarte el chupito final, que también pasa..