sábado, 9 de febrero de 2008

Hippies

Es increíble la facilidad con la que el mundo olvida el significado de las palabras y las versiona hasta conseguir un sentido absolutamente distinto al original.
Sólo con esta frase podría hablar de muuuchas cosas, pero hoy voy a hablar sólo de una. Hoy voy a hablar de los que dicen llamarse "hippies". Si Janis Joplin levantara la cabeza...
"Sí, mi amiga Lucía, es que es así, hippie", o "yo es que siempre he sido la hippie de la familia". Sí, perdón por emplear esta brusquedad nada más empezar, pero a ver, cuando yo oigo esto, en realidad mi cabeza traduce de la siguiente manera: "Sí, mi amiga Lucía, es que es así, gilipollas", o "yo es que siempre he sido la gilipollas de la familia". Os juro que esta es la traducción literal.

Vamos a ver, detesto las tribus urbanas, odio que la gente intente encasillarse en un determinado grupo social para poder sentirse cobijado de alguna manera por otros seres tan carentes de personalidad como ellos. Pero es que encima lo de los hippies tiene más delito. Porque no es que se basen sólo en una serie de cánones estéticos, no se limitan a un tipo de música o bares, vamos algo superficial, que también lo hacen. Porque el hippie necesita sentirse vestido de trapejo, con ropa que ni de lejos parezca nueva, calzado raído, o qué coño, sin calzado. Pueden ir descalzos o con sandalias que recuerdan a las peregrinaciones a Santiago, rayas de colores por todas partes, pelo con rastas para evitar lavarse la cabeza y acumular chinches (está demostrado que las rastas acaban pudriendo el pelo), anillos en los dedos de los pies (imagino que los usarán por la comodidad de andar y notar un metal en los dedos). Es decir, que al final caen en lo que no quieren caer, en la superficialidad. Y no digamos en el consumismo, porque si no recuerdo mal, el movimiento hippie precisamente rechazaba el consumismo. Pero hoy en día podemos encontrar cientos de tiendas hippies que se dedican realmente a eso, al consumismo. Colgantes hechos de caracoles (12€ el colgante), anillos de cáscara de coco (8€ el anillito), una lámpara de cortezas de árboles (38€ la lámpara de 20 cm), y así, tiendas y tiendas de decoración, ropa, complementos y objetos sin ningún tipo de utilidad excepto recordarte que eres un hippie. Sinceramente, a mí me importa un bledo que alguien lleve anillos en los dedos de los pies o el pelo como si se se le hubiera tirado un gato a la cabeza, lo que realmente me deja atónita es que lo hagan para reafirmar su supuesta convicción.

A un hippie le escandaliza que uno de los seres consumistas que le rodean lleve una bufanda de Burrberrys, a mí me escandaliza que se gasten 12€ en un colgante con los restos que a mí me sobran cada día después de comer.
Realmente, hemos de dar gracias al cielo porque la sociedad nos haya premiado con un grupo como los hippies. Es fácil regalarle algo por su cumpleaños a un amigo hippie, porque realmente cuando vas a una tienda a escoger algo, no estás pensando en algo que le guste a tu amigo Manolo, estás pensando en algo que le guste a un colectivo de personas. En cierto modo, cuando haces un regalo a un hippie estás haciendo una buena obra social, estás ayudando a una persona a sentirse más integrado en el mundo, a que le encuentre sentido a su vida, a que reafirme su personalidad.
Y como decía antes, esta tribu no se limita a una apariencia, no, ellos creen que hay algo más profundo detrás de su imagen, algo relacionado con el karma, la paz y mariconadas varias que les permiten tener un nuevo y apasionante tema de conversación cada día.

El universo de los hippies abarca muchas cosas. Sus hobbies tienden a recordarme mucho a mi época en el colegio, los juegos, las actividades extraescolares... Los hippies hacen yoga, quedan en un parque para jugar con un diábolo, tocar una especie de tambor llamado djembé, no sé, intento encontrar un sentido a todo esto, y creo que ellos también, pero supongo que están un poco encasillados para salir de ese mundo. Yo no debo ser lo suficientemente profunda, quizá deba dedicarme a la meditación de vez en cuando, a ellos les funciona para mantenerse en su mundo paralelo al real.


Señores, yendo a lo práctico, la conclusión que saco de estos seres es: voy a dejar mi trabajo, me voy a ir a un parque, voy a coger todo lo que encuentre en el suelo, le voy a poner un cordón, voy a montar un mercadillo, lo más barato va a costar 30€, le voy a decir a un amigo mío que se ponga al lado a tocar una flauta, a otro a hacer yoga, y me voy a forrar a costa de la gilipollez de los Hippipollas.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

"A un hippie le escandaliza que uno de los seres consumistas que le rodean lleve una bufanda de Burrberrys". Ésa es la cuestión verdaderamente importante del texto. Si alguien quiere llevar prendas de rayas de colores, jugar con el diábolo y sentirse reafirmado por ello, no hace daño a nadie con ello. Me parece un modo de vida estupendo. El problema viene cuando, después de pasarse el día quejándose de la sociedad burguesa y de la imposición de las costumbres, ellos tratan de imponer sus propias costumbres al demonizar, por ejemplo, al padre de familia que dedica el fin de semana a ver el fútbol y lavar el coche.
Me recuerda un poco a películas como "Pequeña Miss Sunshine", que esconden una trampa. Se supone que su gran valor es que "critican la hipócrita moral tradicional". Sin embargo, en cada plano y en cada diálogo hacen un juicio moral, y además muy estricto.

Vacadechernobil dijo...

Hombre Hans, estoy de acuerdo contigo, pero creo que la intolerancia camuflada bajo un barniz de pasotismo no es el único reproche que se les puede hacer a estos hippies posmodernos.

Creo que la incoherencia es aún más gravosa. Es decir, me fascina que flipen porque llevan rastas y son -o se creen- libres del consumismo que nos acosa y se hayan gastado en hacérselas lo que me gasto yo en dos años de peluquería.

En cualquier caso, creo que la trampa está en su propio discurso; afirman llevar un modo de vida ajeno a las exigencias que nos impone la sociedad actual y sin embargo, sus postulados en contra de la(s) moda(s) son una moda en sí misma.

Y que conste que, a pesar de la intolerancia y mala leche que destilan algunos de mis comentarios, probablemente yo sea más jipi que muchos de los que así se autoproclaman.

En cualquier caso, enhorabuena por tu post, Poison. Como siempre, me has hecho pensar en un par de conocidos que se ajustarían perfectamente a la descripción que das en él.

Yo Detesto dijo...

Lástima vacadechernobil, mi idea no era que pensaras en ellos si no en la forma de destruirles ;)

Anónimo dijo...

Sé por propia experiencia que lo mejor que puedes hacer por una mujer desnuda es recordarla vestida. Conocí a muchas en esas circunstancias y juraría que consumado el tórrido momento de la lujuria porcina y alimenticia, todas ellas se dieron esa disimulada prisa que les entra a las mujeres para ponerse al menos un café y el humo de un cigarrillo. La desnudez tiene un incomensurable valor forense pero raras veces resulta elegante. Por algo incluso la desnudez artística se salva in extremis cuando el pintor hace el retrato sobre lienzo, con lo que el espectador lo que percibe es la paquetería de una carne como encamada, o sea, una restringida carne de lencería. Las mujeres más excitantes del cine raras veces llevaban su desnudez más allá de la boca abierta, un pie descalzo y el sugerente vapor de la ducha esperando por ella como un tabique de seda. Conservo de mi adolescencia el imborrable recuerdo erótico de aquellas cinematográficas mujeres cuya prenda más íntima a la vista era el biombo. Después el cine las dejó sin ropa y me perdieron encanto. Una mujer desnuda es como un mástil sin bandera. En "Vacaciones en Roma" la radiante Audrey Hepburn parecía que se quedase vulgarmente desnuda cuando la secuencia requería que se quitase la vespa. Hay vulgares mujeres de garrafón que se consuman desnudas en los almanaques, y las hay, muchacho, que resultan eróticas al volante de uno de aquellos coches de antes, aquellos "haigas" que mismo parecían cortados para la novia secreta de Dios por el estilista nupcial de "Loewe". Eso explica que haya básicamente dos clases de mujeres: las mujeres explícitas y en canal, que acaban vestidas con el sudor de Miss Verano en la cabina del camión, y las otras, Poison, las que se deslizan en nuestros sueños vestidas de largo, con los ojos descalzos de ensueño y tarareando con sus tacones el largo pasillo que une el biombo de la alcoba con el piano de Mancini en cuya cola prepara su despegue el avión de raso con destino a Fiumiccino. En estos casos uno recuerda siempre la venial carnalidad de Rita Hayworth, que en "Gilda" sugería apenas la fluorada cerámica de su desnudo quitándose los guantes, adelantando en falleba una pierna en el bies del vestido negro o sacudiendo del torso con un golpe de cabeza aquella mata de pelo que parecía carne mechada. Ahí se quedaba la lujuria. No había más y tal vez por eso sigo adorando a Rita, que contuvo la lujuria en la víspera de la vulgar desnudez, en ese punto en el que una mujer frena antes de dejar de ser un mito para convertirse en un lacón. Una mujer pierde encanto cuando se mete desnuda en cama y suda la salsa biológica de un gladiador. Por eso cuando en la vida de uno ocurre algo así, lo que corresponde es abstraerse de la vulgaridad y sustituirla por el recuerdo de la mujer tibia y vestida, resplandeciente, inteligente, fresca e inalcanzable, la clase de mujer, muchacha, que en su momento de mayor flaqueza sólo se desprendería de su ropa para echarse sobre los hombros la luz del cine, las páginas de una novela o la culpa de un crimen. No sé qué opinas al respecto, amiga, pero personalmente considero que lo más excitante de una mujer desnuda es la posibilidad de ayudarle luego a subirse la cremallera de la espalda. A veces en el aeropuerto el agente de policía ordena a una mujer elegante que vuelque las llaves, la agenda y la cosmética para permitir su inspección. Es pura rutina pero me resulta insoportable. En caso de extrema necesidad, una mujer elegante solo debería estar obligada a vaciar el bolso de mano en presencia de su ginecólogo y detrás de uno de esos biombos chinos esmaltados con una venatoria lencería de pájaros. Cuando a uno se le mezclan la carnalidad y los sueños, lo que recuerda de la mujer desnuda no es la acidez moscada del sudor, sino el antibiótico aroma de la mercería. Por eso la desnuda y pagana ordinariez de la mujer elegante, amiga mía, sólo dura el tiempo que tarda en la liturgia de cambiarse de ropa.

Yo Detesto dijo...

Amigo puntocanalla, mil gracias por el comentario, que aunque extraordinariamente escrito, no acabo de encajar con mi post. ¿Guarda alguna relación o sólo te ha salido este tema de forma espontánea?
Personalmente me parece estupendo que cada uno se exprese y escriba de lo que quiera, pero me intriga realmente la relación que hayas podido encontrar entre que te guste más recordar a una mujer vestida y mi odio a los "supuestos hippies" que nos rodean.
En cualquier caso, sé bienvenido.

Anónimo dijo...

Todo es cuestión de uniformes, amiga.LA estética de lo hippies no deja de ser eso, un vestido con el dicen se quieren identificar. Asociación de ideas un tanto peregrinas, es cierto, pero no deja de ser eso.

cris dijo...

no creo q sea correcto englobar a todas las personas q simpatizan con el rollo hippie en las barbaridades de definiciones que acabo de leer sobre este tipo de personas, movimiento o como lo querais llamar....
Sinceramente yo creo q vosotros sos bastante frikis por perder el tiempo diciendo todo lo que decís sobre algo que pocos conocen (incluídos vosotros), hablar por hablar es muy fácil y poco inteligente por mucho q lo querais "ornamentar" con palabras y frases dignas de un novel.
Creo q en vez de describir a "los hippies" 8como vosotros los llamais) estais decribiendo a personas q no son nada xq, dependiendo de las moda, un mes visten de una manera y al mes siguiente de otra. Informaros tb de q, las rastas, no son del movimiento hippie, sino ratafari (q no tiene nada q ver), independientemnt de que unos lleven o vistan de la manera de los otros y q, la mayoría de los "arraigados" no se gastan 50000pesetas en hacerse algo en el pelo, sino q se lo hacen ellos, los q se lo gastan son los q siguen "la moda" y lo q piensan es "diferente" y todos los demás nos da la risa.....
El consumismo lo hacen los q compran no los q venden, una bufanda de marca te cuesta 50€ y lo hace una máquina o muchos vietnamitas en cadena..... un anillo de 8€ o una camisa de 15€, por lo general, lo hace una o dos personas a mano con bastantes horas de trabajo y una inversión de material casi igual que el precio de venta al público......

Sinceramente, creo q antes de hablar hay q entender de lo q se habla...... y, seguramente lo que jode es que uno sea el q se ha gastado alguna vez esos 8€ en un anillo.....xq se lleva ese rollo, pero si puedo le pido a papá y a mamá q me compren esa bufanda de 50€ q "socialmente" es "acogida" por las personas con pensamiento estúpido q, sea bonita o no, como es de marca el q lo lleva debe tener pelas y por tanto ser un estupendo amigo...... hipocresía, frivolidad, poca personalidad, cinismo...... en fín......y además una ignorancia importante.

Un saludo y gracias.

patricio dijo...

Creo que tu forma de pensar es bastabte anticuada. por lo que dices de los hippies. Se creo el un movimiento hippie a raiz de la musica de aquellos tiempos en que sonaba la musica psicodelica, flok, reggae ect.. No voy negar se drogaban en exceso y no les importa andar vestidos con trapejos ¡como tu dices¡.. si se revelarón contra muchas cosas pero era .. para impedir actos que no les gustaban contra la sociedad.

En la actualidad son muy pocos hippies que hay de los años 60 -70 pero siempre conservaremos nuestra forma de pensar, y lucharemos por lo que creemos..

patricioesrok@hotmail.com o a mi blog... dalixsinrock@blogspot.com

si tienes una sujerencia.....

Anónimo dijo...

Odio a los hippies me dan asco total... rechazo

Realista de la situa dijo...

Jajaja los hippies ahora es la plaga dañan las culturas y quieren estar metidos en todo

Unknown dijo...

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